“Porque el Espíritu que Dios les ha dado no os esclaviza ni les atemoriza. Por el contrario por su intermedio nos adopta y nos permite decir a Dios “Papá”.                     Rom VIII,15

En mi país, por muchos años existió una costumbre que se refería a los hijos que nacían antes del matrimonio o fuera de él. Ellos recibían apodos discriminatorios y ante la Ley no tenían ninguna protección ni amparo de parte de sus padres. Obviamente que el amor de mamá siempre estaba y a veces el papá también asomaba de vez en cuando, pero a la hora de responder económicamente o a la hora de repartir una herencia, este hijo no tenía ningún derecho. Por otro lado existe hasta el día de hoy lo que llamamos “Adopción”, o sea, que un niño o niña en situación de horfandad, es acogido por una familia e incorporado a ella. Pero ocurre que en muchos países la Ley también es injusta en estos casos ya que por ser “Adoptados”, eran algo así como una segunda categoría y también perdían casi todos los derechos que podían haber tenido si fueran hijos nacidos del matrimonio que los adopta. Es una realidad muy triste. ¿Te lo imaginas?…. vivir toda la vida dentro de una familia que los acoge, entrega amor y considera verdaderos hijos y por culpa de la Ley, no tener los mismos derechos que los hermanos tienen por ser de distinto nivel legal.

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En el mundo de los sueños verdaderos, había una historia que siempre contaban las abuelas. Tanto tiempo había pasado que muchos no creían que hubiese sido cierto. Cada cincuenta años en el quinceavo año bisiesto, un fenómeno muy raro acontecía y los juguetes eran sus protagonistas. Prodigiosamente los juguetes tomaban vida y por una noche experimentaban las mismas sensaciones de la los humanos, reían, lloraban, temían, soñaban, pensaban y hablaban como una persona verdadera. Por unas cuantas horas eran muy felices, sin embargo no sabían que al amanecer, si no ocurría un milagro, ellos veían partir su momentánea vida hacia las nubes y volvían a ser de madera, trapo o algodón y perder su mirada en el horizonte. En cada ocasión debían descubrir el prodigio para que se hiciera realidad.

Se ha sabido que sólo una vez en los últimos cinco siglos un milagro ocurrió antes del amanecer.

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“Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó, hombre y mujer .. y los bendijo Dios y les señaló: fructifiquen y multiplíquense; llene la Tierra…” Gen I, 27

Hace tiempo andando en un bus interurbano, de esos que se llenan temprano, no muy bien cuidado y con algunos pequeños grafitis dibujados, vi un chiste pegado en el espejo retrovisor del chofer que decía: ”Bienaventurado Adán porque no tuvo suegra”.

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